viernes, julio 24, 2009

GABRIELA MISTRAL AMADA POR LOS AMERICANOS


He sentido gran alegría, al recibir un ensayo sobre Gabriela Mistral, que me enviara Alejo Urdaneta, narrador y poeta venezolano,quien se ha preocupado de estudiar a nuestra insigne poetisa y le ha dedicado artículos y ensayos.

Me conmueve y emociona la valorización de la gran poeta, por intelectuales americanos, que la sienten como suya y la llaman la "La Poeta de América".

Por razones de espacios , no lo publico enteramente, sino un fragmento o conclusión final:


"Gabriela Mistral nos sigue hablando con su voz susurrante, de nuestra vida, de los pesares que casi impiden existir. Pero también nos cantará muchas veces las canciones de sus niños: piececitos, manitas, nubes blancas. En ella no todo fue desolación o amargura; era mujer íntegra, con sus pechos desbordantes de amor. Amó con amor de mujer, y dio calor y ternura al ser humano despojado de la fe. Amó con entrega a su tierra chilena y americana y a todo nuestro continente.
La sensibilidad estética de Gabriela Mistral no se redujo a la gran obra poética que nos dejó. La poetisa amaba a su dolida tierra en todas sus experiencias: maestra y pensadora, poeta de altas luces. Su inquietudes adquirieron un espacio americano más amplio. Escribió ensayos pedagógicos: Magisterio y niño, Grandeza de los oficios, y prosa poética: Elogio de las cosas de la tierra. En esta obra se anunciaba Neruda en Odas elementales.
Rebosaba su espíritu de amor y preocupación por el destino de su patria y de nuestra América española. En México, con el apoyo de José Vasconcelos, participó en la reforma educativa de ese país, y con visión americanista escribió una obra antológica: Lecturas para mujeres.
Su obra ensayística es ejemplar. No olvidó al indio americano cubierto de lluvia y pobreza, y dedicó a Sor Juana Inés de la Cruz un extenso estudio de la poetisa como mujer, de su misticismo, su entrega al recogimiento religioso. Cuando escribió de Chile era como si su pluma estuviese pensando en toda la América. Habló de la raza de nuestros pueblos, de la integración con otras culturas, de las limitaciones culturales, del sacrificio de Caupolicán como el gesto del dolor del pueblo de esta América.


Nada mejor que concluir estas reflexiones con palabras de Lucila Godoy, doblada en intensidad por su heterónimo universal: Gabriela Mistral, Poetisa de América:


“Raza nueva que no ha tenido la Dorada Suerte por madrina, que tiene a la necesidad por dura madre espartana. En el período indio no alcanza el rango de reino; vagan por sus sierras tribus salvajes, ciegas de su destino, que así, en la ceguera divina de lo inconsciente, hacen los cimientos de un pueblo que había de nacer extraña, estupendamente vigoroso. La conquista más tarde, cruel como en todas partes; el arcabuz disparado hasta caer rendido sobre el araucano dorso duro, como lomos de cocodrilo. La Colonia no desarrollada como en el resto de la América en laxitud y refinamiento por el silencio del indio vencido, sino alumbrada por esa especie de parpadeo tremendo de relámpagos que tienen las noches de México; por la lucha contra el indio, que no deja a los conquistadores colgar las armas para dibujar una ‘pavana’ sobre los salones… Por fin, la República, la creación de las instituciones, serena, lenta…”

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